El año que ganó el Tour de Francia de 1973, Ocaña corría un critérium en el sur, muy cerca de la frontera española. En una curva derrapó y fue a dar contra un bordillo. Perdió el conocimiento y sangraba abundantemente. Lo recogieron unos campesinos, emigrantes españoles, y lo introdujeron en su casa. Cuando recobró el conocimiento sus ojos se toparon con otros muy profundos que le miraban sorprendidos. Eran unos ojos negros de mirada limpia que le reconfortaban. Aquella mirada era todo ternura, cariño y cierta dosis de admiración. El cóctel fue devastador. Ocaña sintió que aquella chiquilla morena le atravesaba el corazón. Le dirigió una sonrisa de agradecimiento mientras trataba de incorporarse, al tiempo que oyó una voz más familiar y conocida.

   -¿Estás bien, Loius?

Era la voz de su mujer, Josiane, una rubia menudita y respingona que daba a entender que la situación la tenía controlada ella. Ocaña hizo una mueca de dolor y trató de incorporarse.

   -Si estás bien, nos vamos ahora mismo…no podemos molestar más a esta gente.

    -¡No, por Dios! Por nosotros no se moleste  (casi suplicaba aquel emigrante español al sur de Francia, que había recogido de la cuneta al vencedor del Tour y lo tenía metido en la cama de su habitación)

Ocaña se incorporó. Se puso la ropa de calle que le había traído su mujer y, a duras penas, subió al Jaguar que conducía Josiane.

Tomó nota del teléfono y la dirección de aquellos labriegos y se fue con los ojos de la muchacha clavados en el corazón. Habría jurado que, al darle un beso de despedida, estaban encharcados de lágrimas, aunque él hizo como que no lo notaba. Su mujer sí se dio cuenta.

    -La cría no te quitaba ojo

    -¿Qué cría…? ¡Ah…! La chavalita….Han sido muy amables.

Ocaña empezó a llamarla por teléfono. Se hicieron muy amigos. Un día decidió ir a visitarla y se lo anunció a los padres, que no le pusieron problemas, aunque comenzaban a tener ciertas preocupaciones.

Aquella tarde pasearon por las afueras silenciosos del pueblo y él le cogió la mano mientras la muchacha enrojecía. Fue entonces cuando pareció darle un pronto. Se volvió hacia ella, le cogió las dos manos y le soltó a la cara:

   -¡Quiero casarme contigo!

   -¡Estás loco, tú ya estás casado….tienes hijos!

   -¡Quiero casarme contigo, deja todo…pero cásate conmigo…déjame que se lo diga yo a tu padre!

Ocaña se lo dijo a su padre, pero aquella gente se quedó tan asustada como sorprendida mientras la muchacha subía llorando a su habitación.

La música de Johnny Halliday ahogaba el ruido del coche que conducía a gran velocidad. Guardó unos minutos de silencio, hasta que yo le pregunté:

    -¿No has vuelto a verla?

   -No (movió la cabeza)

   -¿Lo sabe tu mujer?

   -Sí

   -¿Se lo contaste tú?

   -Descubrió una carta de ella…Fue tremendo…Lloró, me amenazó…Fue terrible…En realidad las cosas, para nosotros, no iban bien y han ido a peor…pero….

Aquel mes de julio de 1987, Josiane vino a pasar unos días al Tour junto a su marido. Ocaña ya nos había avisado.

    -Mañana viene el ama…así es que ponerme en una habitación doble para mí solo.

No fue fácil. Los hoteles del Tour en Francia suelen ser malos, antes peores que los de ahora. Si pides una habitación doble, no entienden que sea con dos camas y es fácil que te pongan una de matrimonio. Y eso fue lo que nos sucedió en varias ocasiones. Paco Nadal y Pedrito Collado ya estaban hartos de tener que hacer vida conyugal varios días y llamaban al hotel para decir:

   -¡Una habitación doble….pero para dos periodistas….coño!

Cuando llegamos al hotel, tenían una habitación doble…pero con una cama de matrimonio. Aquello ya fue demasiado. Paco Nadal se lo tomaba a broma, pero Pedrito Collado intentaba explicárselo a la mujer de Ocaña, que siempre daba la razón a los franceses.

    -¿Acaso habéis dicho que queríais dos camas? (Nos preguntaba Josiane)

    -¡Pero si hemos pedido una habitación doble para dos periodistas!

    -¿Y ellos qué saben si queríais dormir juntos o no?

    -¡Anda jódete…..encima tenemos pinta de maricones!

Josiane venía con una perrita Yorshire Terriere, a la que peinaba con dos coletas y un lazo y sentaba a cenar a la mesa con nosotros. Le pedía un plato de jamón york que iba desmenuzando y haciéndole ingerir al caniche. Aquello era necesario para Paquito Nadal, que me daba codazos por debajo.

     -¡Dile algo! Yo esto no lo aguanto…me joden los animales…¡Pero encima en la mesa!

    -¡Cállate coño, que te va a oír! (Le decía yo)

Aquella noche cenábamos en Estrasburgo. Ocaña y su mujer debían estar enfadados. Apenas se hablaban. Ella estaba más preocupada del perrito que de nuestro esfuerzo por entendernos para pedir la cena. Pedro Collado y yo pedimos foie-gras y salmón ahumado. Ocaña nos sugirió:

  -En esta parte de Francia preparan muy bien el codillo

Y señaló una fuente inmensa por la que asomaba un codillo cocido de cerdo, entre salchichas, patatas y una montaña de verdura blanca

   -Va a ser mucho…aunque podemos pedir uno para dos (le contestamos). Aun así, es demasiado

Pero Pedro se animó y pidió uno para los dos. El camarero tomó nota. Al cabo de unos minutos volvió y nos dijo que faltaba alguien por pedir. Hicimos recuento y estaba todo pedido. Él insistía, faltaba un segundo plato. Ocaña y Josiane comenzaron a hablar muy deprisa en francés con el camarero. Al fin Josiane se dirigió a nosotros en castellano

    -Los españoles siempre hacéis lo mismo, veis que aquí las raciones son grandes y pedís una para dos. ¡Pues eso no se puede hacer! El camarero dice que si no pedís dos codillos, no trae ninguno.

Yo no acababa de creérmelo. Veía la inmensa fuente con aquel  codillo y me parecía imposible que nadie pudiese comerse todo aquello solo. El camarero permanecía de pie, esperando una respuesta.

    -De acuerdo….traiga dos (le dije)

Ella continuó justificando la postura del camarero, mientras introducía trocitos de jamón de york en la boca del caniche.

Cuando trajeron dos codillos no cabían en la mesa. Colocó uno en el centro y el otro en la mesa auxiliar que había al lado. Pedro y yo no logramos terminar el primer codillo mientras el otro permanecía intacto en la mesa auxiliar.

   -¿No os vais a comer ése?  (preguntó Ocaña)

   -Ni vamos a terminar éste (le contestó Pedro)

El camarero venía presto a llevarse la fuente de la mesa auxiliar con toda aquella comida que ni siquiera habíamos tocado. Entonces me levanté, fingí tropezar y le di un tremendo codazo a la fuente que cayó al suelo boca abajo con gran estrépito….mientras pisaba por encima de la fuente y las salchichas, fingiendo no querer caerme. Paco Nadal se reía a carcajadas, el camarero gritaba.

  -¡Mon Dieu!

Josiane se dio cuenta. Lo sé. Al volver a sentarme a la mesa, fingiendo estar desolado, me clavó los ojos y supe que a ella no la engañé.

En enero de 1988, Ocaña me llamó por teléfono. Tenía una oferta de Supergarcía.

   -Me da un millón de pesetas. Si me lo dais vosotros me quedo, si no…

El jefe de programas de la Cadena SER en aquella época no quiso ni tan siquiera contestar a esa propuesta.

Pocos días después se produjo la compra mayoritaria de la Cadena SER por el Grupo PRISA y nombraron jefe de deportes a Alfredo Relaño.

Una mañana del mes de febrero, de uno de esos días que se hielan las calles en Madrid, Relaño y yo tomábamos un café en la cafetería Zahara de la Gran Vía con Simón Rufo, uno de los periodistas más cualificados de ciclismo.

   -Es muy bueno (decía Rufo). Ocaña es de los que más se moja en sus comentarios, me parece un disparate que lo dejéis escapar.

   -Es que yo me acabo de enterar ahora mismo (se lamentaba Alfredo)

   -Yo pensé que te lo habrían dicho (me justificaba yo)

Simón Rufo comenzó a explicar su opinión sobre Ocaña como comentarista y terminó diciendo mirando fijamente a Relaño:

   -Si yo fuese tú, ahora mismo le mandaba a Joserra a convencer a Ocaña para que se quede.

Entonces Alfredo me miró fijamente

   -Deberías irte

Yo miré el reloj. Era casi medio día.

-Cualquiera sabe dónde está Ocaña

Simón Rufo parecía que lo tuviese todo planificado

  -Está en los Pirineos concentrado con su equipo el ADR…es cuestión de enterarse dónde y marcharse y una orden.

  Joserra…deberías irte

Llamé al Botas a Murcia y le convencí para que condujese un coche de Murcia al aeropuerto de Barcelona y allí me recogiese para viajar hasta los Pirineos en busca de Ocaña.

Bajé a por algo de ropa a Brunete y marché hacia el aeropuerto. Antes de tomar el avión a Barcelona llamé a la redacción. Habían localizado el hotel donde se concentraba el ADR en los Pirineos.

  -Es una estación invernal…no te va a ser fácil encontrarlo

Cuando llegué al aeropuerto de Barcelona, el Botas me estaba esperando con un Golf GTI

   -Esto vuela, ya lo verás

   -No me lleves volando, que te conozco

Atravesamos La Jonquera y nos cayó la noche buscando por esas carreteras de los Pirineos al hotel, junto a una estación invernal, en el que se alojaban los ciclistas del ADR con Luis Ocaña. Ya dudábamos entre quedarnos a dormir en cualquiera de aquellos hoteles de carretera, Ibis, Sofitel, Mercure, con los que nos íbamos topando cada vez con más sueño, o seguir adentrándonos por aquellas carreteras que se retorcían en interminables subidas y bajadas por los Pirineos. Al fin, un cartel: “Lezignan-Corbieres” y más adelante “Pech de Bugarach”

   -¡Por ahí es Botas!

A media noche llegamos a un pequeño hotel de madera próximo a la estación invernal. Las luces aún estaban encendidas y pronto vimos los coches del ADR en la puerta. En la recepción del hotel pregunté por Luis Ocaña y me señalaron la cafetería. Un tipo con una cazadora del ADR nos explicó que Ocaña había salido por la mañana y que no sabía si iba a regresar a dormir. Nos sentamos en la cafetería cansados y derrotados y pedimos algo de comer. Nos trajeron dos sándwiches y un café con leche que el Botas miraba con desconfianza antes de dar el primer bocado.

  -No te preocupes, mañana te voy a llevar a comer a un sitio cojonudo que conozco

Levanté la vista y vi a Ocaña. Acababa de entrar por la puerta del hotel y sin duda le debían estar hablando de nuestra presencia allí porque miraba hacia nosotros. Me levanté de la mesa y corrí hacia él. Nos abrazamos

   -¡Monsieur! ¿Cómo estás?

   -Jodido (me contestó)

   -¿Qué te pasa?

   -Vengo de verla

   -¿A quién?

   -A ella…a la chavala que te conté

Yo no caía bien en la cuenta de a quién se estaba refiriendo. Me echó el brazo por encima y nos fuimos a su habitación. Era una habitación con dos camas, y una escalerita de madera que subía hacia una especie de ático de madera donde había otra cama.

   -¿Tenéis habitación?

   -No hay, está todo completo

   -Es igual, puedes dormir aquí….El Botas que duerma ahí arriba (y señaló la cama que estaba en la parte superior de la escalera)

    -Yo….Yo venía a convencerte para que no te vayas de la SER…quieren que te quede y…

   -Vengo de verla, ¿y sabes…? ¡Tiene un hijo!

De repente comencé a recordar aquella historia que me contó con la hija de los campesinos emigrantes españoles y que yo pensé que ya tendría olvidada.

   -¿Se ha casado?

   -¡No, qué va! Solo quería tener un hijo y lo ha tenido….de otro

   -Y a ese otro….¿le quiere?

   -¡No, no…dice que solo quería tener un hijo! Pero yo le he dicho….¿por qué no has llamado a Ocaña?

Ocaña, cuando quería referirse a él se llamaba a sí mismo Ocaña

    -Estaba preciosa….además hemos estado paseando toda la tarde

   -¿Y tu mujer?

   -Estaba decidido a contárselo todo….pero ahora…A mí mujer le habría dejado todo. Siempre teníamos pactado que si uno de los dos se marchaba con otra persona, el que se marchaba debía dejar todo. Yo iba a dejar todo y empezar de nuevo.

   -¿Y tus hijos?

   -Tiene su vida….Louis sale con una tía mayor que él y me tiene jodido, su madre le apoya pero a mí me revuelve el estómago…un chaval tan guapo…tan alto…y con una tía tan mayor….y la chica también hace su vida

A Ocaña se le encharcaban los ojos. Fue entonces cuando se abrió violentamente la puerta de la habitación empujada por el Botas.

    -¡Monsieur pijo! ¿Has visto el contrato que te traemos? ¡Te vas a hacer rico!

Ocaña miró al Botas con aquella cazadora y aquellos guantes rojos que se ponía para conducir y no pudo aguantarse la risa. Yo aproveché para sacarle el tema que había motivado mi viaje. Me empleé a fondo. Recurrí a la amistad, le toqué la fibra sensible. Él se quedó pensativo

    -No sé si podré volverme atrás ya

  -¿Has firmado un contrato con García?

  -No, no he firmado nada

  -Entonces no hay problema

  -Sí….sí lo hay, le di mi palabra y para mí eso es más que un contrato

Conociendo a Ocaña, me di cuenta de que iba a ser muy difícil recuperarle para la SER.

   -Lo único que podríamos intentar es que José María García me liberase de mi palabra….si él me libera de mi palabra, yo me quedo

   -Bueno, pues ya está, mañana le llamamos y se lo decimos.

Nos dieron las cuatro de la mañana hablando en la habitación. El Botas emitía unos soplidos desde la cama de arriba que no llegaban a ser ronquidos aunque, de vez en cuando, se despertaba y se metía en la conversación. Dormimos un par de horas. Cuando me desperté Ocaña ya trajinaba por la habitación perfectamente aseado, vestido y recién afeitado.

   -Nos vamos a mi casa (nos dijo)

Circulamos por una carretera estrecha entre montañas y valles junto a ríos que bajaban desbocados por el deshielo, detrás del vehículo de Ocaña. Fueron unos 200 km. hasta el pueblo en el que Ocaña tenía una pequeña finca de viñedos. Llegamos a la hora de comer. Josiane tenía ya preparada la mesa. Hablaba muy deprisa en francés mientras colocaba los últimos detalles. Ocaña contesta a Josiane también en francés, pero más despacio, aunque a veces observé que lo hacía malhumorado. Una de las veces se acercó a mí y me guiñó un ojo mientras me susurraba al oído

    -El Ama está como una pura cabra…

Ocaña a su mujer siempre le llamaba  El Ama. Durante la comida traté de ganarme a Josiane, pero fue imposible

    -¿Por qué, por qué ahora? ¿Por qué el otro le hace una oferta mejor? ¿Por qué no respondisteis ante?

Yo no sabía qué decirle. Cuando terminamos de comer le propuse a Ocaña llamar a García y pedirle que le liberara de su palabra. Le encontramos en Gloria Bendita, un local próximo al Bernabéu. Su voz sonó sorprendida

   -¿Pero qué coño haces tú ahí? Yo le he hecho una oferta y él ha aceptado y no tengo nada más que discutir.

   -Ya…pero es que él preferiría quedarse con nosotros y si tú le liberases de su palabra…

   -¡Pero qué coño le voy a liberar de nada! ¿Por qué no lo arreglasteis antes? ¡Anda, dile a Ocaña que se ponga!

Ocaña se puso y le vi asentir con la cabeza a todo lo que el otro le iba diciendo por el teléfono. Después de colgar, me estuvo explicando que habían quedado en que viajara a Madrid la próxima semana y allí resolverlo todo.

    -Si me libera de mi palabra, me quedo

Nos llevó a tomar el café a una caseta de madera, contigua a la vivienda, donde Luis guardaba todas sus cosas. Nos enseñó la bicicleta con la que ganó el Tour…aquello era un museo en el que yo alucinaba.

De repente abrió un cajón y nos enseñó un revólver. Luego sacó un rifle y nos apuntaba en broma, mientras se reía a carcajadas.

   -Esto es para cuando el Ama me cabrea jajajaj

Ocaña estuvo ese año comentando las carreras ciclistas con García en Antena 3. En varias ocasiones, una de ellas en el Tour, se dirigió a Jorge Ruano y a mí para regresar con nosotros. Siempre era por algunos calentones que se pillaba en Antena 3 por cualquier chorrada.

Una vez nos encontramos en el Tour y estuvimos cenando juntos. Su situación familiar le desesperaba. El Ama le había vuelto a encontrar otra carta de su amor platónico y la situación estuvo a punto de ser dramática

   -Un día voy a coger la pistola y le voy a pegar un tiro a ella y después me lo voy a dar yo.

  -¡Anda ya!

  -¿Qué no….? Ya lo verás

Le tomábamos el pelo con el tiro que iba a pegar al Ama porque nos la repetía con cierta frecuencia.

En aquella vuelta de 1994 le vi en el vestíbulo del hotel en Málaga donde ellos estaban alojados y donde nosotros hacíamos el programa aquella noche. Había mucha gente en la puerta, gente joven mayoritariamente. Luis me dio un golpecito por detrás y me enseñó sus dientes luciendo aquella apretada sonrisa.

   -¡Qué líos montas! (me dijo)

  -¿Cuándo vamos a quedar un día?

  -Cuando tú quieras

   -Y el Ama…qué tal

   -Eso ya está terminado

   -¿Qué dices?

   -Divorcio….ya lo verás…

No pudimos volver a vernos hasta casi el final de la Vuelta. Le quise invitar a la cena que hacemos todos los años en Fuenterrebollo y se encogió de hombros echándose a rer

   -¡Y me armas otro lío como la otra vez! Además este puto hígado me tiene jodido

  -Déjate de leches…vente mañana a cenar con nosotros

   -Si puedo voy, de verdad

Pero no vino. El domingo por la mañana nos encontramos en el vestíbulo del Parador Nacional de Segovia. Me dirigí a él

   -¿Cómo no viniste?

   -No pude…acabamos la emisión muy tarde

Se acercó el Botas

   -¡Monsieur, pijo! ¡Te perdiste una buena el viernes! ¿Y el Ama qué tal?

   -¿El Ama? Eso ya fini….porque si no, veo que le voy a dar un tiro y luego me voy a tener que pegar otro.

Yo me eché a reír. El Botas también. Manolo Lama y Ruano estaban fuera preparando las motos

   -¿Qué dice Monsieur? ¿Por qué no vino a la cena? (nos preguntaron)

   -Yo que sé, pijo, es más raro….(contestó el Botas)

Cuando terminó la Vuelta, Ocaña marchó a su casa. Desconozco qué hizo ese jueves 19 de mayo, cuatro días después de vernos. No sé si volvió a tener otra discusión con Josiane, pero se encerró en aquella casa de madera donde guardaba la bicicleta con la que ganó el Tour. Sonó un disparo y le encontraron ante un gran charco de sangre que manaba de su cabeza. Intentaron reanimarle, pero había muerto. Algún tiempo después estuve hablando con su hermano Miguel en Cuenca.

    -Cuando se disparó estaba hablando por teléfono…¿sabes con quién?

   -No…

    -Con ella, con la chavalilla (refiriéndose a la hija de aquellos emigrantes españoles)

Los hijos de Luis Ocaña llegaron a interponer una querella  criminal contra su madre, que al final no debió prosperar

A Ocaña le mató su rebeldía contra todo, contra el cariño que necesitaba y no le dieron, contra el mundo que le venía en sentido contrario, contra la salud que, por primera vez, comenzaba a fallarle; pero todo eso Monsieur lo hubiese curado con la paz personal, que nunca encontraba, y con el amor que se le negaba.

Luis pertenecía a esa especie de hombres que parecen necesitarlo todo y se conformaban con nada cuando alguien les restriega un poco de ternura. La ternura era su antídoto….y la risa. Tenía una risa silenciosa que le humedecía los ojos hasta tener que quitarse las gafas y restregárselos con el dorso de la mano, cuando el tío Julio caía en alguna de nuestras pesadas bromas. Aquellas situaciones le producían un excelente humor. Ponía una cinta de Adamo en el coche y me decía:

   -Anda, paleto, cuéntame alguna historia de esas de tu pueblo que estás escribiendo para el libro…Por cierto…¿qué significa paleto?

   -Ser de pueblo, supongo

Aquella noche, 19 de mayo, sentí que una página de mi vida se pasaba con la muerte de Luis Ocaña. Puse una cinta de Adamo, “Sin malicia”, y vine pensando en aquella historia que le conté en una de esas interminables etapas del Tour…la historia de Azucena, con la música en el coche, el tío Julio durmiendo atrás, y él escuchándome sin pestañear.